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Ventas Grandes

Septimio Acindino o la Justicia de Roma

15 de diciembre de 2015
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Siendo Septimio Acindino procónsul de Siria en tiempos de Trajano (53 a 117 d. de C.), mandó aquél, prender en Antioquía a un cristiano, porque éste no había pagado a la administración romana una cierta cantidad de oro con la que había sido multado. Como la deuda no podía ser devuelta, Acindino, en aplicación de la Ley romana de la época, le  amenazó con la muerte si no  pagaba lo que debía antes de una fecha.

La esposa del deudor ―una mujer de singular belleza― hizo todo lo posible para reunir, antes del plazo fijado, la cantidad que se pedía a su marido pero no pudo lograrlo, así que la muerte de su esposo parecía inevitable. Pero he aquí que un hombre rico  y poderoso del país tuvo noticia de este incidente, llamó a la mujer  y, a solas, le hizo una proposición: si consentía en satisfacer sus deseos carnales, él le daría la cantidad que necesitaba para salvar a su marido.

La mujer, también cristiana, sobrecogida, fue a contárselo con temor y vergüenza  a su esposo,  pero para su sorpresa éste le rogó que le salvara la vida, aunque tuviera que acceder a los deseos del poderoso. Un mal menor ―ceder a la lujuria― para alcanzar uno bien mayor ―salvar la vida de su marido―, fue lo que argumentó el hombre.

La mujer obedeció a su marido y la noche anterior a la prevista ejecución se entregó al poderoso,  pero el hombre rico, una vez satisfecho su deseo, en vez de entregarle la cantidad de oro que le había prometido, y que salvaría de la muerte a su marido, la engañó entregándole en su lugar un saquito  lleno de arena.

Llegada al tribunal, la mujer no encontró oro sino arena en el saquito que hasta allí había llevado, así que no pudo pagar la deuda.

Pero fue tal la sorpresa  que la embargó y la desazón que le causó, que Septimio Acindino le preguntó por ello y, enterado por la mujer de lo que había ocurrido, el procónsul romano pagó la deuda de su propio bolsillo, mandó liberar al marido e hizo llamar al libertino. El procónsul, escuchó primero sus escusas y luego, su avergonzada confesión, y resolvió el caso de una manera que ha llegado a nosotros a través de los siglos.

El rico lujurioso fue condenado a dar,  a la mujer mancillada y a su marido, el campo del que había sacado la arena  y a devolver la cantidad de oro que el procónsul había adelantado.

Esta historia ha ido dando vueltas por la historia del pensamiento desde entonces (1) porque plantea con crudeza si es lícito hacer un mal -por ejemplo, romper la fidelidad al marido- para lograr un bien mayor, la vida del mismo.

No entraremos hoy aquí en ello, pero sí diremos que a nosotros lo que nos sorprende y admira, más aún que esa cuestión filosófica, es la reacción impecable del procónsul.

Así eran entonces los antiguos romanos.

Así que no puedo dejarlo hoy sino con una vieja fórmula de despedida a la romana: ¡siga con salud!

Miguel Villarroya Martín, a 15 de diciembre de 2015 / Madrid. España / ventasgrandes.com / RdP.003

Notas:

(1) Siglos después, Voltaire, cuenta una historia parecida. Puede verse en Cuentos completos en prosa y verso (Traducción y edición de Mauro Armiño. Siruela, Madrid. 2006.) Leído en. https://www.e-torredebabel.com/Biblioteca/Voltaire/adulterio-Diccionario-Filosofico.htm . Por otro lado esta historia tiene algunas variantes e incluso una película moderna, trata de la misma bajo el título de Una proposición indecente.

(2) Véase también, con el título de: Un pequeño mal por un gran bien, enhttps://www.fondodeculturaeconomica.com/prensaDetalle.asp?art=639

(3) Hemos leído que Acindino es un nombre griego que significa «Aquel que está seguro».   No confundir a este procónsul romano Acindino, con San Acindino, un santo cristiano del siglo IV que murió martirizado en Persia y cuya festividad la celebra la Iglesia Católica, el 2 de noviembre.

(4) Serafín Bodelón, de la Universidad de Oviedo (España), anota en su Nombres para la Historia Hispana del siglo IV después de Cristo, lo siguiente: Año 317 y 326: SEPTIMIO ACINDINO fue vicario de las Hispanias en e1 317 y también en 326 según la inscripción CIL, II, 4107 hallada en Tarragona. Construyó la villa de Bauli, mas tarde propiedad de Símaco, quien recuarda en su Oratio Constantii ad Themistium que Septimio Acindino fue prefecto en los años 338-340. Y en el año 340 Septirnio Acindino fue Cónsul junto con Veleyo Próculo.

(5) La imagen que hemos utilizado en esta postal es del extraordinario fotógrafo ruso  serghei_topor  y estaba en PIXABAY.COM bajo la etiqueta de CC0 Public Domain.   A ambos manifestamos nuestro agradecimiento por su cortesía al permitirnos el uso de su bella imagen.