Mi primer viaje: la dura emigración a Cataluña.
En los 50´s del siglo pasado, la emigración había lanzado a mi familia hacia Barcelona. Fueron tiempos duros, así que no quiero recordar nada de aquellos días salvo en la felicidad que teníamos entonces, la cual provenía de la estupenda familia de la que disfrutaba. Mis padres y mis tíos y, en ausencia de hermanos, mis dos primos pequeños, eran todo lo bueno que tenía, pero eso solo, era muchísimo. Y aunque no disfrutábamos de nada en abundancia, salvo el cariño y la unión de todos nosotros, nunca he vuelto a ser tan feliz como entonces.
En verano, cuando terminábamos el curso, mis padres y mis tíos nos llevaban al pueblo para que pasásemos los tres meses de vacaciones con los abuelos. Y también esos días eran muy felices. Mis abuelos, mis tíos, mis primos, mis amigos, mi pueblo… y mis travesuras de chico, constituían un mundo de felicidad al que no he podido volver, ya de mayor. Y cuando terminaba el verano, mis padres y mis tíos volvían al pueblo para recogernos y llevarnos de vuelta hacia Barcelona. Y en esos viajes de vuelta ocurrían muchas cosas.
El viaje casi interminable
En esa época las carreteras españolas eran terribles, por lo estrechas y llenas de curvas con las que se construían y por los asfaltos que se utilizaban. Así que los viajes de Báguena a Barcelona, que ahora alguno de mis primos hace en menos de cuatro horas, duraban entonces, de diez a once. Tampoco los coches que llevábamos eran una maravilla y el aire acondicionado era un producto exótico del cual apenas habíamos oído hablar; así que, entre el calor, la estrechez interna del coche, y externa del camino, lo largo del mismo, los bultos enormes que llevábamos a modo de equipaje y la tristeza por el abandono de la calidez del pueblo y la vuelta a la hostilidad de la ciudad, hacían muy tedioso el viaje de retorno.
Y su consecuencia más evidente era el cansancio de los niños. Y de los mayores, pero estos no lo manifestaban.
Recuerdo que en el viaje parábamos de dos a tres veces, siempre en los mismos sitios. De ellos vagamente percibo el Hostal de los Ciervos, pasado Zaragoza, donde tomábamos café o un refresco e íbamos a los baños. Su nombre derivaba del hecho de que en frente del Hostal había un recinto con dos tristes ciervos que parecían no entender qué hacían allí, tan alejados de su hábitat natural, en pleno desierto de los Monegros. O pasado Fraga, donde comíamos, a un lado de la carretera entre plantaciones enormes de melocotoneros, los bocadillos que llevábamos para el camino. O cerca ya de los catalanes Bruchs, donde parábamos en el puerto de la Maladella, un poco antes de bajar por curvas peligrosas, de increíble y traicionero trazado.
La canción de viaje de la tía Valentina
Todo eso casi se me ha borrado y me importa ya muy poco. Fueron muchos viajes los que hicimos y todos muy parecidos, pero de todos lo que nos ocurrió en ellos, lo que no se me puede olvidar era el remedio que mi tía Valentina aplicaba para tenernos entretenidos a los chicos: mi tía, nos cantaba. Y nosotros, los niños, escuchábamos embelesados. El viaje era para mí aquella canción. No sé cuántas veces nos cantaba aquel largo romance, pero sin duda eran varias veces en cada vuelta a casa, y aunque había otras, esa era la que a mí más me gustaba.
En él se contaba la historia en la que un caballero y una doncella se encontraban y surgía entre ellos el amor, o eso creo, porque mi memoria se va disolviendo cada día y mi recuerdo se desvanece poco a poco. Pero sé, que poseía el encanto suficiente como para calmar a tres niños encerrados durante largas horas en un coche pequeño que, abrasado por el sol, quemaba por sus cuatros costados. Y para que yo lo rememore, más de cincuenta años después.
No sé si alguna vez le pregunté a mi tía dónde había aprendido ese romance, siempre supuse que había sido la Falange Española (2) la que le había enseñado la canción.
Otra fuente posible, es que la canción se guardase en la memoria de las mujeres de nuestra familia. Mi abuela se apellidaba Júdez (que significa hijo de judío) así que supongo que por vía materna provenimos de los judíos que se quedaron y que se integraron por completo en la cultura religiosa dominante.
Al fin, terminaba el viaje, descargábamos los bultos y, a las pocas fechas, todo volvía a la normalidad. Finalizadas las vacaciones de verano, un nuevo curso empezaba.
La entrevista de Balbín
Ya de mayor, lucho con el insomnio desde hace muchos años así que no es infrecuente que me siente por la noche frente a la TV y alterne los periodos de vigilia viendo “lo que echan en la tele a esas horas” con los del sueño intermitente.
Pues bien, una noche de hace muchos años, viendo una entrevista de José Luis Balbín (2) al entonces presidente del Congreso de Israel, hablando sobre los sefardíes, fue cuando salí bruscamente de mi adormecimiento al oír y escuchar cantar a un joven judío de Salónica (Grecia) el mismo romance que mi tía Valentina nos cantaba en los viajes desde mi pueblo a Barcelona.
Ni qué decir tiene, que al día siguiente ya estaba contándoselo a ella. Y que también en alguna otra ocasión lo volvimos a hablar. Pero el caso es que la tía Valentina, se retiró de Barcelona para jubilarse en su casa de Báguena (Teruel) y allí estuvo hasta que murió hace unos años de un ictus cerebral. Su viaje terminó, donde había nacido setenta años antes.
Yo casi no recuerdo ya el romance, ni nadie en mi familia ni en mi pueblo lo conoce. Se ha perdido entre nosotros, así que espero que continúe vivo en la memoria de la familia del judío de Tesalónica… y que su viaje continúe muchos siglos más.
Despedida y notas
Me despido a la romana: ¡Siga con Salud!
Miguel Villarroya Martín / Arquitecto Técnico. Agente de la Propiedad Inmobiliaria. Escritor. / CAL ESTUDIOS INMOBILIARIOS S. L. info@ventasgrandes.com
Notas:
- Esta postal es una actualización de la que escribí por primera vez el 28 de mayo de 2014.
- Tras la Guerra Civil, la Sección Femenina enseñaba a las chicas de pueblo muchas cosas útiles y también juegos, canciones e historias tradicionales, así que pensé que esa era la fuente. Y quizás lo fuese, pero, como se verá a continuación, aunque aquella había sido el vehículo de trasmisión, el viaje de la canción era sin embargo mucho más antiguo, pues al menos venía de cinco siglos atrás.
- José Luis Balbín, periodista. Véase en: https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Luis_Balb%C3%ADn . Creo que la entrevista fue una de las realizadas en el «programa Las claves espacio en el que entrevistó a grandes personajes españoles y extranjeros. El programa se emitió desde septiembre de 1998 hasta abril de 1999.»